viernes, 12 de febrero de 2016

la ecuación del agua

llueve aquí como en cualquier otro sitio. Esta mañana me he levantado en síndrome de Stendal gracias a Dios y  todas las lámparas de mesilla de noche encendidas por el día en todas partes del mundo encendidas , tienen sentido.
Tanto, como el rincón oscuro de las habitaciones de paso, que son, el único refugio para el viajero, el resguardo que busca ante la inclemencia de cielos extraños. El cielo nunca es menos cielo, pero a todos hay que hablarlos primero.
Asia en lluvias era una habitación contigua hoy a mi mente mirando mi lluvia por mi ventana. Alguien sabrá por qué.
Esta habitación del cielo que se me ha quedado prendida del pelo es una delicia de horquilla. Habito un espacio tan real que no puede tocarse y que suda su experiencia.
Lo más importante siempre ha sido lo no dicho, por eso, eso, hay que contarlo bien.
Nada suena más que el silencio, ni de forma más contundente. Esa verdad te entra por el ombligo y ramifica
calladamente el tronco de todas las cosas a su paso, y ese es su peligro. La verdad camina sola y con algunas, sólo queda rendirse a su superioridad. Estas son las que nos retan, pero también las que nos proporcionan un escalón de partida, si tenemos el valor.
Por aquí entiendo el concepto de rendición que tantas veces al ser humano le cuesta en la experiencia de existencia, tanto chilla, tanto cree, el ego, que ha de controlar o de estar por encima o decidiendo lo que es.
Es complejo, compleja, la doble vuelta, la intersección de relación que convierte todo en conjunto y que responsabilizándose del exterior como reflejo del interior de una misma, a la vez deja a eso externo en realidad manifestado por uno, hacer su incidencia, darle el sitio justo para que su interpenetración nos devuelva la altura que previamente nosotros le quitamos, al partir de nosotros. Confiar en que la desviación de lo soñado que vemos afuera, al asumir que es producto del adentro, ella solita nos devuelve la posibilidad de ser una manera de transformarla. Sólo en un exacto acto de amor que más que nada, es matemática, y que una mente donada con el número necesario, sabría escribir la ecuación. Otros acaso alcanzamos a contarlo, a palabras.