viernes, 25 de noviembre de 2011

Pulsera pero no esclava

Me sentí atraída por ellos nada más pusieron el pie en el escalón de la tienda. Ahora que lo pienso, parece que lo hicieron al unísono y además iban los dos con chaquetas negras, eran guapos. Los dos llevaban gorro, uno gorro y otro gorra, negras también. Pero uno era  rubio con el pelo largo, el más guapo también. Al ratito de imanes furtivos innegables, me pregunta por una pulsera de labradorita. Se la enseño y me dice que le encanta pero que no sabe si ella se la va a poner. Demasiado grande, ella sólo se pone cosas más pequeñas. Me llama la atención cómo me lo cuenta. La quiere de verdad, pienso. Eso me encanta. Quiero vivirle un poco, asomarme a su cara para disfrutar como voyager de su enamoramiento sincero. Quiero entrar como persona no como hembra. Cómo hembra también, pero no para seducirlo, no para apartarle, sólo para disfrutar de un hombre enamorado realmente de una mujer, más de cerca, todo lo cerca posible. Me pareció francés al principio, luego argentino y al final cuenta que es uruguayo, aunque en realidad americano. Norteamericano entiendo. Busca más pulseras, ya que me deja mirar, me esfuerzo en encontrar la mejor pulsera, la que más le pueda gustar a ella , vamos a quererla entre los dos, ya que yo miro y tú la quieres tanto. A veces habla con su amigo en inglés. sus ojos son francos, no se esconden. La conoce. La respeta. Es un hombre frente a una mujer que le puede resultar atractiva pero fiel. No me da nada de ella, de ellos, y muchísimo menos me lo regala. Se lo guarda. Es sagrado.Me llegan lágrimas a la nariz cuando viéndole recuerdo gestos de esos en un hombre. Siento que no, que no los llevo en mi más reciente imaginario personal, pero que también existen. La imagen que yo llevo de lo que hacen los hombres ante otras mujeres cuando están sin sus novias es la del coqueteo, la del ofrecimiento, la del ninguneo para la que no está. Y de repente todo un mundo paralelo se me abre y recuerdo ciertos detalles del amor que no recordaba. Y respiro. Que bien haber atravesado el espejo.