jueves, 10 de noviembre de 2011

Noche de hala- go!

Me rodean los hombres. Son cuatro y yo, el centro de atención por ser la única mujer. Pero aunque una sabe cómo son estas situaciones, no me lo esperaba antes de salir de casa. Volver tan contenta. La cita es en el Búho Real, un concierto de rock acústico al que se decide no entrar por falta de presupuesto  y, cuando los del grupo se ofrecen a darnos entradas, el que los conoce dice que no nos va a gustar y para irnos a la segunda canción, mejor no entramos. Acabamos en un bar de lo más chulo, por el alma que despide, en el que nos tomamos un chupito que sienta a las mil maravillas. Bourbon con Tía María, yo ya tengo decidido que prefiero los chupitos fuertes a las cervezas que me aguan el estómago y me dejan saborcito de depresión. Sí, lo siento, no sé por qué pero me dan algo de tristeza. Empieza él, contándome que ha soñado conmigo y el qué. Que si aguas esmeraldas, de repente fucsias y amarillos, sirena, dice, y oh tu ser divino. Y que si nada más levantarse ducha fría y que para masturbarse pensando en mí me pediría permiso. Y yo que me río porque esas cosas, no sé, no me molestan, me resultan naturales. Y su forma de contármelo es respetuosa. Entonces les canto, anticipando el no-tono, la entrada de la última canción que estoy haciendo (pero que contenta me pone esto que ni me lo esperaba, lo de hacer canciones). Y otro, el más mayor, resulta que toca, por lo que dicen, muy bien la ármonica, que ha tocado con la banda de Jimmy Hendrix y con un tal Taj Mahal ( no sé si se escribe así), que todo hecho encanto, me dice una y otra vez la buena voz que tengo " si te atreves a ser descarada, eres una genia" y yo, que llevo toda la semana preguntándome para que demonios se me ocurre querer cantar, me dejo acariciar los oídos, y lo disfruto todo sin rechistar. Se me ha rizado la punta del pelo y mi cara, otra vez abierta, de sonrisa abierta. Soy la única mujer. Abrazos, bailes, miradas, y yo, también. Uno quiere que le toque la cara. Otro que le deje mi anillo. Él no se corta en abrazarme, y yo a todo digo que sí. Me dejo querer. Que me quieran, que me regalen, que me mimen, que me lo merezco. Hace rato que me lo vengo mereciendo. El bar se llama dreams café, y yo, desperdigo por la barra unos cuanto sueños. A las 5 estaba llamando al arcángel San Miguel con todo su azul, y a las 5 y 5 le he sentido en mi chacra coronario. La culpa, entonces, la ha tenido él.