domingo, 19 de febrero de 2012

La victoria

Varias lunas penando los nombres. Después la mera aceptación. Ya sabes, la aceptación. Mi alma antigua esperándome. Lo único que sabía es que yo ya sabía pero que había olvidado. Un día  corrí el riesgo de salirme del camino del corazón, empujada por todo el miedo, por toda la rabia, por toda la ignorancia de la juventud que aún no ha explorado caminos, aunque los intuye. Y en el pecado está la penitencia. 8 años. Ahora los nombres me devolvieron su significado. Vencí porque seguí mi corazón. Vencí porque insistí en sentir, en devolverle la voz a mi guía. Y esa es la puerta del sol, esa amable estrella que nos hace posibles y que me rige por dos veces, yo no puedo olvidarme del sol. Vencí porque nadie puede con mi corazón. Mi corazón alegría, mi corazón confianza, mi corazón siempre amor para más. Ahora puedo echar a caminar tranquila, después de esperar. A por lo mismo que iba voy. Vencí porque nadie puede con mi corazón. Mi corazón descoraza, mi corazón alimento,mi corazón el otro es tan importante como yo. Dice el dinero piensa en tí mismo y yo tengo la suerte del pionero, la suerte de los primeros.  Y todo el riesgo. Y la mera aceptación, porque nada de esto lo elijo yo. Ni que yo fuera tan importante como para pensar/penar por mi vida, ni que fuera mía mi vida, no.


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DON DE LA EBRIEDAD

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.






Claudio Rodriguez, Don de la ebriedad.